El presente trabajo pertenece a una serie de documentos que fueron elaborados como producto de prácticas y reflexiones a partir de experiencias del Trabajo Social Rural en el cordón fruti-hortícola de Mar del Plata, Partido de General Pueyrredón.
En el presente documento se desarrolla un abordaje conceptual y un análisis de la formación de un campo social, el de la organización del trabajo rural en la horticultura marplatense y su entramado comunitario. Cabe aclarar que la horticultura bonaerense tiene un desarrollo productivo y social que es semejante en los tres principales cordones fruti hortícolas de la Provincia de Buenos s Aires: La Plata, Mar del Plata y Bahía Blanca. Se desplegará un enfoque diacrónico, lo cual implica un análisis de la historia en la construcción del campo social. Pierre Bourdieu denomina a los campos sociales “espacios de juego históricamente constituidos con sus instituciones específicas y sus leyes de funcionamiento propias (Bourdieu: 1987: 108). Ello da cuenta del desarrollo de relaciones de fuerza entre los actores o agentes sociales en el transcurso de disputas, no siempre visibles, por la distribución de los capitales – económico, social, cultural y simbólico – acumulados en escenarios donde los agentes tienen intereses propios.
También se integrará al marco conceptual los aportes que en tal sentido realiza Roberto Benencia, a partir de su análisis del desarrollo histórico estructural de la horticultura en sus diversas etapas. En dicho sector productivo existen etapas claramente diferenciadas y cuyos rasgos salientes han sido las transformaciones productivas, sociales y culturales en el transcurso de períodos históricos: la política agraria peronista de los años 45/50 y los períodos de los años 70/80 y la década del 90 hasta la actualidad.
Se realizará un análisis de la aparición de los nuevos actores sociales en los escenarios, en los entramados sociales que las transformaciones económicas y productivas generaron. Por un lado, la migración boliviana y por otro, la Argentina interior, especialmente los pobladores del norte de nuestro país. Las experiencias de las intervenciones que el Trabajo Social en este campo, el rural, desde su metodología y marco conceptual aportan la estructura para la comprensión y el análisis. La aparición de la mediería como nueva mediación entre capital y trabajo en la organización del sector hortícola a mediados de los años 80, ha sido un fenómeno creciente y actualmente consolidado. Existen procesos socio culturales que subyacen en la inserción económica de la colectividad boliviana y migrantes del interior de nuestro país. Ello comprende una exploración de redes sociales, soportes, lazos fuertes y débiles, que sostienen las experiencias de desarraigo y arribo a un destino “prometedor”. Un capital social movilizado por miles de familias, juegos de identidades culturales y procesos de aculturación, presentes en la organización del trabajo cotidiano de las familias. Un fenómeno particularmente interesante a considerar es la construcción del ascenso social en la comunidad boliviana, “la escalera boliviana” tal como la denomina Roberto Benencia.
Por otro lado, se desarrollarán las etapas del proceso migratorio: arranque, traslado, arribo, instalación, desde la comunidad origen, Tarija, Potosí, pueblos de Jujuy, Salta, etc. En dichos procesos se pueden advertir implicancias de conceptos tales como “capital cultural y simbólico”, de marcada existencia e intensidad por pertenecer a las etnias quchua – aymara. Se desplegarán hipótesis relacionadas con los procesos de aculturación y su incidencia en los cambios del “hábitus” en la comunidad destino, en la nueva territorialidad. Allí acontecerán nuevas interacciones con los actores locales, descendientes de los colonos europeos, también y paradogicamente, migrantes provenientes sobre todo de España e Italia. Se trazarán perspectivas y líneas principales de acciones del Trabajo Social con poblaciones migrantes en un posible y nuevo campo específico de actuación profesional.
Por último se cerrará el trabajo con una serie de reflexiones acerca de la temática abordada, interpelaciones a nuestra posición como Trabajadores Sociales y perspectivas del campo social en el contexto de las políticas públicas
La organización del trabajo rural en la horticultura bonaerense: construcción del campo social y sus prácticas
El enfoque diacrónico propuesto por P. Bourdieu nos permite analizar la trayectoria de la formación de un campo social. Un campo es una construcción histórica, un proceso de formación, que abarca posiciones, interrelaciones, lógicas, intereses, relaciones de fuerza y poder de los agentes sociales involucrados. Este abordaje que se apoya en la dimensión histórica, temporal, de constitución de un campo social P. Bourdieu lo denomina diacrónico. En esta línea los campos sociales “…son espacios de juegos históricamente constituidos con sus instituciones específicas y sus leyes de funcionamiento propias…” (Bourdieu: 1987: 108).
El campo hace referencia a “…sistemas de posiciones y de relaciones entre posiciones…espacios estructurados de posiciones, a los cuales están ligados cierto número de propiedades que pueden ser analizadas independientemente de las características de quienes las ocupan…” (Bourdieu: 1976: 13). Será el tipo de capital en juego el parámetro que distinga un campo social de otro. El caso que nos ocupa tiene en el capital económico la génesis del campo específico, con sus posiciones y relaciones entre posiciones. El principio a partir del cual se distinguen los campos sociales son los tipos de capitales en juego. El capital económico “está constituido por los distintos factores de producción: tierra, fabricas trabajo y el conjunto de bienes económicos: ingreso, patrimonio, bienes materiales” (P Bourdieu en Bonnewitz: 2006:47).Al analizar la trayectoria de la organización del trabajo rural en el sector hortícola observamos que en su origen la horticultura en nuestro país ha sido producida históricamente por la mano de obra de los migrantes.
Al comienzo del siglo xx por extranjeros provenientes de España e Italia. Producto de la política justicialista en cuanto a la venta y expropiación de tierras comienza a configurarse en la periferia del Partido de General. Pueyrredón – Mar del Plata – el “cinturón verde” o cordón frutihortícola en unidades territoriales conocidas como “quintas”. Entre los años 1945 y 1960 la actividad agropecuaria se caracterizó por una fuerte intervención estatal en el mercado de suelos y una sustancial transformación en la tenencia de la tierra donde se transitó del predominio de unidades de producción en arriendo a explotaciones en propiedad. Pueden distinguirse períodos en la política agraria peronista caracterizados por orientaciones opuestas: 1946-1948 y 1949 – 1955. A continuación nos referiremos al primero, 1946 /48 ya que es el que dio origen a la construcción del campo social frutihortícola “…La legislación que materializó los lineamentos políticos de esta etapa fueron: la ley nº 13246 sobre Arrendamientos y Aparcerías, la ley nº:13020 de 1947 sobre trabajo rural, así como las acciones de colonización llevadas a cabo por el Consejo Agrario Nacional, y la financiación para compra de tierras realizadas por el Banco de la Nación y el Banco Hipotecario Nacional. También se estatizó el comercio exterior con la creación del Instituto Argentino para la Promoción del Intercambio, se expropiaron los elevadores y silos de las empresas privadas, y se regularon todas las etapas de comercialización interna…”(Lattuada, 1986:45)
La ley 13246 del año 1948 establecía la extinción de los contratos por arrendamientos y cambios en las condiciones de trabajo de los mismos. Los efectos de este congelamiento provocaron el surgimiento de nuevos propietarios por vía compra, recuperación de tierras arrendadas por parte de los propietarios y la reducción del tamaño de cierta proporción de las unidades. Esta etapa de la historia de la horticultura se caracteriza por la presencia de un “patrón quintero”, el cual sumaba a los miembros de su familia cuando realizaba la mayor parte de las actividades relacionadas con la “quinta”. En esta etapa predominan, como se dijo, los migrantes de origen europeo, especialmente españoles e italianos que son los propietarios de los medios de producción. En los momentos de mayor productividad recurrían a la mano de obra de peones asalariados, generalmente “tanteros” (salario obtenido según porcentaje sujeto a valores de mercado y acordado con el propietario). Estos eran criollos y trabajaban afincados en la zona o eran trabajadores “golondrinas” que lo hacían en distintas cosechas y en varias provincias del país.
Respecto a la composición y división social del trabajo en las quintas “… el período que abarca desde el inicio del siglo pasado hasta la década del 70, el 91,6% de ellas estaban trabajadas por propietarios y se registraba un alto nivel de participación de los hijos en las actividades de la quinta (88%), y de las mujeres jefas de hogar (66,7%)…” (Benencia: 1993:110). Este autor ha llamado organizacióntradicional de la horticultura a esta etapa basada en una organización social de la explotación en la que predominaba el trabajo del patrón y los miembros de su familia, sin que se pueda percibirse externamente una división muy marcada de responsabilidades y actividades (o de trabajo y capital).
El contexto económico social, y el campo social global, a mediados de los 70 va a estar signado por nuevas demandas de mercado, aparición de nuevas tecnologías – semillas y agroquímicos – la aparición de nuevos cordones hortícolas, y la apertura del Mercado Concentrador Mayorista de Buenos Aires (MCBA).
Los productores, tendrán en esta etapa – mediados de los 70 – un descenso en los precios de sus productos como así también la necesidad de encontrar nuevas estrategias para hacer frente a las bajas rentabilidades. El campo en cuestión se encontraba en las puertas de una nueva transformación. Nuevas definiciones, puestas en juego según relaciones de fuerza en las posiciones de los agentes sociales. La estrategia utilizada por los agentes productores fueron la eficiencia en el gasto, en sus insumos y el acceso a las nuevas tecnologías. Por otro lado, trazaron como estrategia, el aumento de la productividad en base a la inserción de un nuevo actor en la producción: el mediero. La aparcería – como se llama en otros países – o mediería, aquí en Argentina, proporcionó una reducción de los costos laborales y alta productividad, ya que la mano de obra pertenecía a todo el grupo familiar del medieroel cual comparte con el propietario los riesgos de la producción. A su vez el propietario se desvinculaba de las responsabilidades en cuanto a aportes sociales, previsionales, indemnizaciones, etc, tanto para el mediero como para el personal que este contratare. Se generó una división del trabajo, productores, trabajadores, familiares o no, distribuidores y consumidores: un mercado en torno a ese bien. “..El surgimiento del mercado específico señala el surgimiento del campo específico, con sus posiciones y sus relaciones entre posiciones…” (Bourdieu en Gutierrez, 2005:61)
Esta coyuntura facilitó el ingreso en las explotaciones de los migrantes, de la fuerza laboral boliviana. Esta modalidad que comenzó a mediados de los años 70 se expandió con fuerza hacia los años 80 y se consolidó estructuralmente. Se constituye un tipo de organización que RobertoBenencia denomina organización predominante de la horticultura.
Un antecedente importante que da cuenta del inicio del proceso migratorio andino lo constituye la demanda de mano de obra en la Provincia de Tucumán en el sector azucarero. Hacia fines de la década del 60 la caída de precios de la producción y la pujante mecanización del sector azucarero hizo desplazar esa mano de obra de migrantes bolivianos hacia las áreas metropolitanas de Buenos Aires, de la Región Pampeana, y luego a La Plata, Mar del Plata y Bahía Blanca. Cabe destacar que junto a la migración boliviana, el cinturón hortícola marplatense recibió población migrante, si bien de menor cuantía, proveniente de Salta, Jujuy y ciudades de la Provincia de Buenos Aires.
Como se mencionó, a partir de los años 80 comienzan a aparecer importantes transformaciones económicas – productivas y nuevas formas de organización del trabajo rural en la horticultura bonaerense. Dichos procesos de cambios también se plasman en el cinturón verde – hortícola – de Mar del Plata. Se adoptan nuevas tecnologías y se transita, de una producción del tipo familiar a una predominante, de tipo capitalista con la incorporación de la mediería, modalidad en la cual se observa una clara división entre trabajo y capital. El propietario aporta la tierra, tecnología, capital operativo quedando a cargo de la gestión y comercialización. El mediero se hace responsable de la totalidad del trabajo. Si bien estos términos pueden variar y ajustarse a cada situación, la división capital / trabajo siempre es clara y concreta. El mediero pacta un porcentaje por el aporte de su fuerza de trabajo, alrededor del 25% del precio de venta del producto compartiendo, como se dijo, los riesgos laborales y productivos.
Aparecen nuevos actores sociales: la fuerza laboral de la familia migrante boliviana, la cual realizará un aporte significativo desde su unidad familiar a la productividad del sector. Se considera pertinente plantear la fuerza laboral boliviana en términos de unidad doméstica o familia porque son todos o casi todos sus miembros los que trabajan la tierra. Nuevas interacciones surgen en el campo social a partir de diferentes pautas culturales que se desarrollarán en el territorio. Por un lado la migración proveniente de Tarija y Potosí, Bolivia, herederos de la cultura Quechua – Aymara y por otro la presencia del, argentino, nativo, descendientes de aquellos “colonos,” europeos – como suelen decir de sí mismos -provenientes de familias españolas e italianas, propietarios de la tierra.
La organización del trabajo rural en la horticultura, como campo de prácticas ha sido una construcción histórica, una formación socio- económica, cultural y simbólica que tiene como eje la división y organización productiva del trabajo en el sector frutihortícola.
En este campo se despliega un desarrollo y una distribución desigual del capital económico entre sus agentes: propietarios de la tierra, medieros, trabajadores, comercializadores, como así también entre productores del sector según escalas de sus propiedades. Los agentes comercializadores juegan un papel muy importante ya que no comparten los riesgos- laborales ni productivos – y asignan un valor monetario al producto. Generalmente son intermediarios que poseen puestos en los mercados centrales de distintas ciudades.
Los agentes productores mejor posicionados y que cuentan con medio de transporte podrán llevar y vender sus productos directamente al comercio minorista o al mayorista. Los más desfavorecidos esperarán en sus quintas a los transportistas que llevarán sus productos al mercado mayorista. No tendrán control de los precios y se tendrán que adaptar a los valores del mercado.Su posicionamiento carece de la fuerza para una conveniente negociación.
Parte de estos actores, migrantes bolivianos, es interesante señalar, construyen un proceso de movilidad social y acumulación denominado por Roberto Benencia “escalera boliviana”. Es un proceso de movilidad ascendente ”…un mismo trabajador que se iniciaba en la actividad como peón podía convertirse en mediero, luego en arrendatario y. finalmente, propietario…” (Benencia:2009:5). No es objetivo del presente trabajo el profundizar en este fenómeno, pero si, señalarlo como parte muy importante de la construcción del espacio social.
En este proceso se puede contrastar la hipótesis que plantea P. Bourdieu a partir de la cual señala que un agente social tenderá a mantener o aumentar su capital específico acumulado y así mantener o mejorar su posición relativa.
En el caso que nos convoca, la organización del trabajo rural hortícola es el campo en donde se estructuran relaciones. Sus propiedades dan cuenta de aspectos organizacionales innovadores en el modo de producción, demandas de mano de obra intensiva que tienen como finalidad satisfacer un mercado cambiante, generar un proceso de acumulación de capital y una rentabilidad que garantice la reproducción del modelo productivo.
Como parte de las definiciones de las relaciones de fuerza entre los agentes, este proceso, la escalera boliviana, comprende, como se dijo, etapas: a) la inserción de la mano de obra boliviana como trabajadores, b) mediería, c) propietarios “…se trata de un capital que ha sido acumulado en el curso de luchas anteriores y que orienta la estrategia de los agentes que están comprometidos en el campo…” (Bourdieu: 2005:32). El capital es un conjunto de bienes y son producto de un proceso de acumulación histórica. El tipo de capital en juego puede ser: el capital cultural está ligado a conocimientos, ciencia, arte, que existe bajo tres formas en estado incorporado relacionados con determinados tipos de conocimientos, habilidades -hábitus-. El capital social es el conjunto de recursos actuales o potenciales vinculados a la posesión de una red duradera de relaciones más o menos institucionalizadas de interconocimiento e interrreconocimiento: o dicho de otro modo, a la pertenencia a un grupo”, en el cual sus miembros están unidos por vínculos permanentes y útiles que se basan en intercambios materiales y simbólicos, mientras que el capital simbólico es la forma que revisten las diferentes especies de capital cuando son percibidas y reconocidas como legítimas. El capital económico constituye la especie de capital dominante por sobre los otros y se constituye por diferentes factores de producción (tierra, fábricas, trabajo) y el conjunto de bienes económicos: patrimonio, ingresos y los bienes materiales (Bourdieu, 1980 en Gutierrez: 2005:37). El capital es el principio rector que define el campo de acción de los sujetos.
Las representaciones que animan el proceso migratorio en la etapa de “arranque” en la comunidad de origen – Bolivia – descansan en las estrategias de acumulación de capital económico por sobre otros tipos de capital. El conjunto de las estrategias y de las prácticas se alinearán en torno a estas representaciones.
“… El Censo Hortícola de la Provincia de Bs. As (2001) registraba en la zona sur del Gran Bs. As la presencia de un 39,2% de productores quinteros de origen boliviano mientras que el Censo Hortícola de la Provincia de Bs. As. 2005 registra un 30,4% de horticultores de esa nacionalidad en toda la Provincia de Bs. As.
En Mar del Plata, familias bolivianas provenientes en su mayoría de Carachimayo (Tarija) comenzaron a incorporarse en la horticultura bajo la forma de mediería, y en la actualidad representan una parte importante de los productores hortícolas y comercializadores de verduras en el cinturón verde marplatense” (Lucifora, 2004 en Benencia, 2009: 7).
El crecimiento migratorio de origen boliviano ha sido significativo en los últimos veinte años. Ha pasado a transformarse en la mano de obra predominante en el cinturón frutihortícola marplatense al igual que los ubicados en las ciudades de La Plata y Bahía Blanca entre otras. Algunos autores postulan una bolivianización de la horticultura argentina. Por su incidencia en la definición del campo social en cuestión, la organización del trabajo rural en la horticultura, se considera importante analizar las migraciones en mayor profundidad. Para ello se profundizará en el proceso migratorio, sus redes, representaciones y prácticas.
Procesos migratorios. Definiciones y etapas
La migración limítrofe en cuestión es un proceso multidimensional. Comprende el poner en marcha la decisión familiar de un traslado de una comunidad origen a una de destino.
Es importante considerar el rol que cumplen las redes migratorias a partir del “capital social migratorio” que desde el inicio del proceso se va acrecentando en la medida que se fortalece la migración. Este capital social incluye desde recursos materiales que posibilitan la partida y la inserción en la comunidad destino, hasta contactos e información decisiva para el éxito de la posterior instalación. El trabajo realizado por los antecesores, los “pioneros”, forman un capital que hace más accesible la experiencia para otros con menores recursos o en situación más desfavorable.
El capital social y las estructuras originarias quechuas – aymara, son formaciones históricas pertenecientes a una cultura ancestral de una comunidad agraria –el “ayllú” – de las regiones andinas o comunidad formada por el conjunto de los descendientes de un antepasado común, real o supuesto cuya verdadera coherencia se sustentó en la posesión y el trabajo en común de un territorio: el suyo.
Comunidad de origen
Se adscribe a la definición de Di Méo quien denomina comunidad de origen al territorio que “constituye un testimonio de la apropiación económica, ideológica y política del espacio que los grupos humanos realizan, sobre el cual se cristaliza una representación personal, una historia y una singularidad característica” (Di Meo en Lorda, 2011: 12). El proceso migratorio comprende diversas etapas y elementos. Entre sus elementos se encuentran: 1) comunidad de origen, 2) traslado y 3) comunidad de destino.
En la comunidad de origen se han estructurado los hábitusde origen y se ha construido un limitado capital económico, basado en una economía agraria de subsistencia, y una importante red de capitales: capital social, cultural y simbólico.Respecto del hábitus P. Bourdieu lo define como “…sistemas de disposición duraderos y trasladables, estructuras estructuradas dispuestas a funcionar como estructuras estructurantes, es decir, en cuanto principios generadores y organizadores de prácticas y representaciones que pueden ser objetivamente adaptadas a su meta sin suponer la orientación consciente a fines y el control expreso de las operaciones necesarias para alcanzarlos…” (Bourdieu: 2005:67).
Los intereses puestos en juego por los agentes sociales migrantes, inserción y acumulación económica en el campo local de la producción fruti hortícola, forman parte de sus representaciones, de un cambio en el posicionamiento en el campo del trabajo,un ascensosocial planeado no exento de costos –desarraigo, pérdidas de capitales culturales y simbólicos que se vivirán en la migración – En la etapa previa a la partida de la comunidad de origen las representaciones e intereses animarán la estructuración de sus prácticas.
El capital comprendía tanto las tierras de cultivo y pastoreo como las “marka” o asentamiento del hábitat, generalmente disperso de sus miembros. Otra figura cultural lo fue la mit´a o ley de la hermandad como la llamó Blas Valera (1609) consistía en un sistema de préstamos u obligaciones recíprocas, conocidas y comprendidas por todos. Constituyó el capital cultural de la comunidad “…El capital cultural está ligado a conocimientos, ciencia, arte, en estado incorporado, es decir, bajo la forma de disposiciones durables (hábitus) relacionadas con determinado tipo de conocimientos, ideas, valores, habilidades, etc”. (Gutierrez: 2005:36)
El vínculo entre sus miembros supo sostenerse en una división comunitaria del trabajo y de tenencia de la tierra. Ello construyó un capital social y simbólico de marcada intensidad. El capital social está compuesto de relaciones estables y recíprocas, reconocimientos y solidaridades. Este capital social se pone en juego durante el proceso migratorio y cumple un papel central en el sostenimiento de los grupos en la comunidad destino.
Etapas del proceso migratorio. Arranque, arribo, instalación y asentamiento
En el período de traslado distinguimos las siguientes etapas: arranque, arribo, instalación y asentamiento.
En el arranque se evalúan las expectativas, representaciones generadas en estructuras objetivas y puestas a consideración a partir del relato de otros miembros, pares, inmigrantes que han vivido el proceso. Suelen ser acompañada por pérdidas del capital cultural, social, simbólico y conflictos en cuanto a la reestructuración e internalización de nuevos hábitus.
P. Bourdieu define “… la representaciones de los agentes varían de acuerdo con su posición (y los intereses asociados a ella) y sus hábitus, como sistema de esquemas de percepción y evaluación, como estructuras cognitivas y evaluativos que ellos adquieren a través de la experiencia duradera de una posición en el mundo social…” (Bourdieu: 2006: 65).
Traslado
En su mayoría es una migración del tipo “rural – rural” y se manifiesta con mayor frecuencia en los inicios de la temporadas de trabajo según los ciclos productivos en el sector, luego de finalizado el invierno, y alcanza su pico máximo en el comienzo del verano para disminuir al finalizar el mismo. La residencia transitoria tiende a cambiar volviéndose permanente. Se observa que la migración es un proceso que inicia, en el caso de las familias, su jefe o principal sostén del hogar, el cual se instala y prepara las condiciones en la comunidad destino. Luego facilita el arribo del resto del grupo familiar, sea este nuclear o extenso. También se manifiesta la migración grupal.
Esta categoría se refiere a la migración efectuada por grupos de familias en períodos de pequeños intervalos de tiempo desde el mismo lugar de origen y con el mismo destino. Incluye así mismo, aquellas familias que ya tenían incorporadas o que incorporan a otras personas que no están unidas por lazos parentales. Las redes de comunicación en la colectividad juegan un papel importante en todo el ciclo migratorio, productivo e interfamiliar.
Refiere Margaret Grieco (1987) “…vínculos personales fuertes son los que transmiten la información sobre el trabajo a los potenciales inmigrantes…” Lo que se trata de resaltar aquí es que la fuerza de una relación está dada por el reconocimiento de relaciones recíprocas y no por el hecho de que los individuos estén físicamente próximos…son las redes de relaciones de las que forman parte, y que ellos construyen, las que estructuran oportunidades. Granovettter da una vuelta de tuerca al análisis de las relaciones sociales al analizar su constitución a partir de lazos fuertes y débiles” (Benencia: 2009:14).
Se considera que la constitución de los lazos fuertes, son decisivos en las primeras etapas de la migración: en el arribo e instalación, ya que permite la consolidación de los grupos y asegura los términos de la estabilidad, más no asegura la movilidad social ulterior. Queda claro que los vínculos fuertes se establecen a nivel familiar, son lazos parentales, también entre “paisanos”, de confianza, a partir de los cuales se funda el grupo y se establece en el proyecto productivo. En tanto la constitución de los vínculos débiles, permiten encontrar, entre otras oportunidades, la opción a la movilidad social. Los lazos débiles son establecidos con trabajadores no parientes, funcionarios municipales, técnicos locales, propietarios, aportan mano de obra y conocimiento que posibilita el ascenso social: es la etapa del asentamiento.
Comunidad destino
Se denomina comunidad destino a la nueva territorialidad y cultura que los inmigrantes, “…los nuevos” o “recién llegados, en su gran mayoría provenientes de Tarija tendrán, en una relación dialéctica a partir de la cual las personas, el territorio y la cultura se modifican…”( Lorda, 2011:16).
En la etapa de arribo a la comunidad de destino la vigencia de la cultura “legítima” disparará el proceso de aculturacióno fenómeno que resulta del contacto directo y permanente entre grupos de individuos de culturas diferentes, lo cual genera cambios en uno u otro grupo, o en ambos, a causa de la adopción y asimilación de elementos culturales ajenos.
P. Bourdieu define a la aculturación como “…las relaciones entre las diferentes culturas generan una aculturación de consecuencias negativas. La falta de homología entre la cultura de las categorías desfavorecidas y la de las categorías dominantes, debido a la diferencia de herencia cultural, provoca una aculturación específica de los miembros de las clases dominadas… (Bourdieu en Bonnewitz: 2006: 98).
En la etapa de instalación el migrante ha realizado su inserción en la cadena productiva y comienza a desplegar su capital social en procura de sostén a través de las redes sociales y de apoyo institucional. Ingresa a las instituciones locales. Es durante los últimos años que la institución escolar que comienza a valorar la interculturalidad. P. Bourdieu acerca del rol de la institución escolar y la legitimación del órden, expresa: “…Uno de los efectos menos advertidos de la escolaridad obligatoria consiste en que logra obtener de las clases dominadas un reconocimiento del saber y el saber técnico legítimo (por ejemplo, en materia de derecho, medicina, técnica, entretenimiento o arte) que entraña una desvalorización del saber y el saber técnico que ellas dominan efectivamente (por ejemplo, derecho consuetudinario, medicina doméstica, técnicas artesanales…” (Bourdieu en Bonnewitz: 2006: 97,98).
La última etapa es la de asentamiento. Existe una acumulación de capital económico en los agentes mejor posicionados y se tiende a reconstruir capital social, cultural y simbólico a través del mantenimiento de vínculos, fiestas, y redes de apoyo e intercambio. Son especies del capital cultural y simbólico que fortalecerán lazos en la comunidad originaria dispersa y atravesada por centralidades hegemónicas.
Conclusiones
La constitución de la organización del trabajo rural como campo de prácticas en la horticultura atravesó diversas etapas. Los acelerados cambios económicos, productivos, sociales y culturales constantes en su trayectoria histórica transformaron aquella primera etapa “tradicional” de la horticultura. Como hemos visto, caracterizada por la presencia de una organización familiar de la producción.
Los agentes sociales del sector tuvieron a mediados de los 70 una caída de sus rentabilidades, un descenso en los precios de sus productos. Las estrategias utilizadas por los agentes productores fueron, por un lado, hacer eficiente el gasto en sus insumos accediendo a las nuevas tecnologías de menor costo. Por otro lado, alcanzar un aumento de la productividad en base a la inserción de un nuevo actor enla producción: el mediero. Esta coyuntura facilitó el ingreso en las explotaciones de los inmigrantes, principalmente de la fuerza laboral boliviana. Esta modalidad que comenzó a mediados de los años 70 se expandió con fuerza hacia los años 80 y se consolidó estructuralmente. Se constituyó en un tipo de organización que R. Benencia denomina organización predominante de la horticultura.
Un principio fundamental en la constitución del campo social lo fue la diferenciación: productores propietarios de los bienes económicos, medieros, trabajadores rurales formales e informales, arrendatarios, comercializadores, proveedores. Estos criterios de diferenciación; entre quienes poseen la tierra y los que no, quienes detentan una mayor o menor posesión de capital y trabajo, y el carácter legítimo o no legítimo de las prácticas , configuró el escenario de la posiciones sociales dentro de un campo y las relaciones entre las posiciones, relaciones de poder y de disputas. Existe por lo tanto una lógica que vincula posiciones en el campo social, intereses objetivos, estrategias y prácticas
Otro principio fundamental de constitución del campo específico en cuestión fue el tipo de capital puesto en juego y su distribución. Al respecto, es propicio considerar que los capitales simbólico, social y cultural también convergen en la puja distributiva. El capital cultural manifestado bajo la forma de conocimientos, valores, habilidades, etc. El social propiciando una fuerza laboral familiar y redes que contribuyeron a generar un proceso de acumulación y un posible ascenso social. Un sector de los migrantes ingresó en la “escalera boliviana”.
Como una propiedad “semejante a una fuerza “mágica” el capital simbólico se sustenta en el conocimiento y el reconocimiento de expectativas colectivas con marcado desarrollo en el endogrupo de los inmigrantes, en los “pioneros” de la inmigración.
El desarrollo de este campo social en los cordones hortícolas nos interpela respecto a nuevas cuestiones sociales derivadas de la presencia de los agentes sociales y sus posiciones en las territorialidades.
¿Implican estas transformaciones económicas, productivas,sociales y culturales una interculturalidad en expansión? Expresa esta interculturalidad relaciones sociales de coexistencia, intercambios recíprocos y relaciones mutuas? ¿Indica esta interculturalidad una territorialidad en construcción? Estamos posicionados, los trabajadores sociales, agentes de desarrollo y las instituciones involucradas, en prácticas que tienen como marcos referenciales el multiculturalismo, la diversidad cultural o la interculturalidad?
“Señalamos que en la pluriculturalidad los diferentes grupos no se mezclan, se niegan unos a otros. La multiculturalidad supone un reconocimiento de su existencia. En tanto, la interculturalidad contiene la idea de coexistencia e intercambio” (A Dell´anno, 2000:150). En esta última perspectiva el Trabajo Social se posiciona en virtud de fortalecer redes sociales, soportes comunitarios y fortalecimiento familiar.
Definir estas cuestiones nos acercarán a prácticas de inclusión y de ciudadanía social en contraposición a perspectivas etnocéntricas. Tendremos así definiciones de políticas de estado articuladas a las organizaciones de la sociedad civil e instituciones legitimadoras de la integración en la medida que asumamos el desafío de propiciarlas.
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Fuentes de información
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Morillo, A/Irazoqui, María del Carmen, Tesis “Migración boliviana”. UNMDP